Se abre la puerta del viejo desván
y allá en el rincón no llega la luz.
Oscuridad y silencio en las páginas heridas
quizá por algún amor;
tras la ventana, me espera la luna
como entonces, como sino hubiera
pasado el tiempo,
Y en el suelo un pequeño cristal
del dorado espejo,
en el que desde niña, fui dibujando sueños.
Una roja nariz de payaso,
unos zapatos de tacón,
o un lazo de colores prendido en el pelo,
carmín en los labios,
y un vestido ceñido al cuerpo.
Reflejos que en mis ojos se revelan
y bailo a solas con los recuerdos,
cuando la música en mi mente suena
entre notas y poemas.
Fantasía que revive el mismo espejo dorado
de antaño.
Y mi piel se estremece,
al sentir el roce de unas manos;
que son el susurro del paso de los años.
ROSER
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